Capítulos
  1. 1
  2. 2
  3. 3
  4. 4
  5. 5
  6. 6
  7. 7
  8. 8
  9. 9
  10. 10
  11. 11
  12. 12
  13. 13

2 Corintios 3

1 ¿Empezamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿Necesitamos, como algunos, carta de recomendación para vosotros, o de parte de vosotros?

2 Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos los hombres.

3 Es manifiesto que sois carta de Cristo, resultado de nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las páginas palpitantes del corazón,

4 Y esa confianza tenemos por medio de Cristo ante Dios.

5 No que seamos competentes para atribuirnos que algo sea de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia viene de Dios.

6 El nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu. Porque la letra mata, pero el espíritu da vida.

7 Y si el ministerio que trajo muerte, escrito y grabado en piedra, fue con tal gloria, que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, a pesar de ser pasajera,

8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del espíritu!

9 Si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más glorioso es el ministerio que trae justificación.

10 Porque lo que fue glorioso, no es glorioso ahora, en comparación de la gloria superior.

11 Porque si lo que es pasajero tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.

12 Así, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza.

13 No como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los israelitas no se fijaran en el resplandor que se iba desvaneciendo.

14 Pero la mente de ellos fue embotada. Y hasta el día de hoy, cuando leen el Antiguo Testamento, les queda el mismo velo, que sólo en Cristo es quitado.

15 Hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, un velo cubre el corazón de ellos.

16 Pero cuando se convierten al Señor, se le quita el velo.

17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

18 Por tanto, nosotros todos, al contemplar con el rostro descubierto, como en un espejo, la gloria del Señor, nos vamos transformando a su misma imagen, con la creciente gloria que viene del Señor, que es el Espíritu.


2 Corintios 3 - Nueva Reina Valera - NRV


Utilizamos cookies e tecnologia para aprimorar sua experiência de navegação de acordo com o nossa Política de Privacidade. Ao utilizar nossos serviços, você concorda com tal monitoramento.